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El 22 de Abril se conmemora el Día de la Tierra, una fecha que nos recuerda la importancia de analizar detenidamente el impacto que tiene la forma en que vivimos en este planeta.
Todas nuestras acciones dejan una huella y en el mundo digital no es la excepción.
Si bien no podemos ver o tocar físicamente los datos que enviamos y recibimos a través de la web, la realidad es que toda nuestra actividad en Internet carga con un equipaje bastante pesado: su consumo de energía eléctrica.
Aunque existen muchas formas para generar electricidad, actualmente las principales fuentes provienen de la quema de carbón y gas natural.
Estas prácticas son las responsables de generar uno de los principales tipos de gases de efecto invernadero (GEI), el dióxido de carbono o CO2, colaborador de la contaminación atmosférica que deriva en el famoso efecto invernadero.
Dado que la mayoría de los servicios digitales y tecnologías funcionan con electricidad, debemos asumir que hasta la más mínima actividad en línea tiene un impacto en el medio ambiente.
Todo cuenta. Desde guardar y enviar correos electrónicos, almacenar datos inútiles, revisar las redes sociales con demasiada frecuencia, ver videos en streaming, usar motores de búsqueda, usar redes móviles o servicios en la nube. Sin mencionar el consumo exponencial de electricidad utilizado por los centros de datos, así como en la producción de dispositivos desde smartphones, computadoras y más.
¿Qué es la contaminación digital?
La ‘contaminación digital’ es un indicador que se ha popularizado en los últimos años, en parte, debido a que la cantidad de datos que se transfieren y almacenan en todo el mundo a través de Internet está creciendo a un ritmo exponencial.
Este tipo de contaminación se refiere a los gases de efecto invernadero que provienen del sector de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC).
En la actualidad, la actividad digital por sí sola utiliza el 4.2 por ciento de los recursos energéticos del mundo y genera el 3.8 por ciento de los GEI, una cantidad similar a la producida por la industria de las aerolíneas.
Pero esta cifra puede seguir creciendo gracias al mayor acceso de la población mundial a las nuevas tecnologías y a nuestro ilimitado consumo de datos.
Es más, el solo hecho de alimentar Internet consume una cantidad masiva de electricidad a través de su generación en centrales eléctricas, produciendo al menos el 2 por ciento de las emisiones globales de carbono.
Para que podamos acceder a Internet, millones de servidores físicos en centros de datos de todo el mundo funcionan las 24 horas del día, los siete días de la semana. Cada año el consumo de energía de la tecnología digital aumenta en un 9 por ciento.
Además, los lanzamientos acelerados de las vacunas contra la Covid-19 y las respuestas fiscales generalizadas por la crisis económica están provocando un repunte en el consumo de energía. Se prevé que la demanda mundial de energía eléctrica aumente un 4.5 por ciento en 2021 o más de mil teravatios por hora (TWh).
Entonces, cada vez que usamos Internet se emite una pequeña cantidad de carbono.
BUSCAR ALGO EN GOOGLE REPRESENTA 7 GRAMOS DE DIÓXIDO DE CARBONO EQUIVALENTE. ENVIAR O RECIBIR UN CORREO ELECTRÓNICO EMITE 4 GRAMOS CO2 E INCLUSO LOS CORREOS ELECTRÓNICOS NO DESEADOS SIN ABRIR CONTAMINAN CON 0.3 GRAMOS DE DIÓXIDO DE CARBONO.
Si bien es cierto que a nivel de usuario nuestro consumo de energía parece insignificante, cuando acumulamos la actividad digital de los millones de internautas que existen en el mundo, la cosa cambia.
Y en un futuro muy cercano, la llamada transformación digital seguramente aumentará la demanda de electricidad que se verá impulsada por un aumento de las tecnologías, especialmente en el sector de IoT, en la industria 4.0 y en las ciudades inteligentes.
Actualmente, más del 60 por ciento de la población mundial está en línea. Según un informe de la agencia digital We Are Social, hasta abril de 2021 se reportaron 4 mil 720 millones de usuarios de Internet.
Por otro lado, en un solo minuto de Internet en 2020 se transmitieron 400 mil horas de video en Netflix, 500 horas de video subido por usuarios en YouTube y casi 42 millones de mensajes compartidos a través de WhatsApp, de acuerdo con datos recopilados por Visual Capitalist.
En ese mismo minuto también se enviaron más de seis mil paquetes por Amazon, así como la increíble cantidad de 208 mil 333 participantes en las reuniones de Zoom y 53 mil 083 usuarios conectados a Teams.
Asimismo, en ese mismo año el número de usuarios de correo electrónico global ascendió a cuatro mil millones y se prevé que aumente a 4 mil 600 millones de usuarios en 2025.
¿Qué tanto contamina tu vida virtual?
En la actualidad, el consumo de energía de las tecnologías digitales es difícil de cuantificar, en especial porque hay muy pocos datos disponibles y porque los avances tecnológicos, así como los hábitos de consumo, cambian rápidamente.
Existe un creciente debate sobre las implicaciones negativas a corto y largo plazo de las tecnologías digitales en el medio ambiente natural. Sin embargo, algunos investigadores se han dado a la tarea de tratar de medir la huella ecológica que deja nuestra actividad digital.
Un ejemplo es un estudio publicado por The Shift Project en 2019, que ha sido bastante criticado por usar datos obsoletos, pero a la vez es uno de los principales referentes a la hora de medir el impacto ambiental digital.
Según sus datos, si Internet fuera un país, sería el quinto más contaminante del mundo, por debajo de Estados Unidos y China.
Con la llegada de la pandemia de coronavirus también surgieron grandes cambios como el teletrabajo y las clases en línea. Esta transición nos ha obligado a estar conectados todo el tiempo a través de videollamadas y diversas plataformas.
Un nuevo estudio publicado por investigadores de la Universidad de Purdue, Yale y el Instituto de Tecnología de Massachusetts calcula que por una hora de videoconferencia en Zoom con la webcam encendida, se pueden producir hasta mil gramos de CO2, consumiendo de dos a 12 litros de agua.
Según los cálculos, si seguimos con la tendencia de uso de Internet vista en la pandemia, necesitaremos sembrar hasta 115.229 kilómetros cuadrados de árboles para captar todo ese exceso de dióxido de carbono.
Cabe destacar que las videollamadas no son las únicas aplicaciones de gran consumo energético. Los expertos advierten que también hay que prestar atención a los servicios de transmisión de video y videojuegos.
Los videos en línea, disponibles en diferentes plataformas, representan casi el 60 por ciento de la transferencia global de datos. La transmisión de estas imágenes requiere una gran cantidad de datos. Y cuanto mayor sea la resolución, más es la demanda de datos que se envían y reciben.
Las cifras de Shift the Project dicen que la transmisión en plataformas como Netflix contribuye con hasta 4.1 toneladas de emisiones de dióxido de carbono por minuto; mientras que YouTube, por otro lado, emite unas 4.2 toneladas de dióxido de carbono por minuto.
En 2018, se estima que esta acción liberó a la atmósfera más de 300 millones de toneladas de CO2, lo que equivale al total anual de emisiones que genera todo un país como España.
No obstante, un análisis actualizado por la Agencia Internacional de Energía sugiere que el cálculo para una hora de transmisión de video en 2019 es en realidad de 36 gramos de CO2, por debajo de los 82 gramos que Shift the Project estimó anteriormente.
La agencia afirma que en realidad una hora de transmisión de video generalmente usa alrededor de 0.08 kilowatts. Pero el consumo real depende del dispositivo, la conexión de red, la resolución y el país donde se encuentre el usuario.
De acuerdo a una investigación conjunta entre la Universidad de Glasgow y la Universidad de Oslo, la transmisión de música con servicios como Spotify y Apple Music también emitieron alrededor de 200 a 350 millones de kilogramos de gases de efecto invernadero en 2015 y 2016.
Se estima que los servicios de Google por sí solos colaboraron –por cierto tiempo– con aproximadamente el 40 por ciento de las emisiones de CO2 de Internet.
En su informe de sostenibilidad de 2017, sitúa su huella de carbono de 2016 en 2.9 millones de toneladas de CO2, con un consumo de energía eléctrica en 6.2 teravatios por hora (TWH).
El uso de Internet en un teléfono móvil también consume una gran cantidad de energía, porque los edificios, la vegetación y el clima debilitan las ondas electromagnéticas. Eso significa que se requiere una mayor potencia de transmisión.
La computación en la nube es otro gran consumidor de energía. Los servidores y centros de datos en todo el mundo utilizan alrededor del 2 por ciento de la electricidad mundial y se pronostica que su consumo de energía aumentará al 8 por ciento para 2030.
El mantenimiento de los centros de datos también requiere energía adicional para evitar que se sobrecalienten. En promedio, el enfriamiento mecánico es responsable de alrededor del 25 por ciento del consumo total de energía de un centro de datos. Por lo general, el calor que se produce es desperdiciado dejando que se libere en la atmósfera.
Asimismo, las tecnologías emergentes, incluida la Inteligencia Artificial (IA) y el Blockchain, generan una creciente preocupación sobre sus impactos ambientales generales en las próximas décadas.
Blockchain y las criptomonedas también consumen grandes cantidades de energía, ya que, al igual que los centros de datos, necesitan de una constante potencia de procesamiento para las tareas de criptominería.
Según algunas estimaciones, como la de Digiconomist’s Bitcoin Energy Consumption Index, en marzo de 2021, Bitcioin alcanzó su mayor pico de consumo eléctrico con un total de 87.16 TWh al año. Para que nos hagamos una idea, es un consumo muy similar al que tiene todo el país de Finlandia.
Pero otras fuentes, como el Cambridge Bitcoin Electricity Consumption Index, eleva el consumo eléctrico a 136.33 TWh cada año, el equivalente al consumo eléctrico de Suecia.
La huella de carbono directa producida por Bitcoin alcanza los 41.40 millones de toneladas de CO2. Si aproximadamente se minan 900 Bitcoins nuevos cada día, esto significa que la moneda digital emite 126 toneladas de dióxido de carbono.
También debemos tener en cuenta que optar por las energías renovables para minar Bitcoin no es la mejor opción, ya que muy pocas fuentes limpias pueden proveer energía 24/7, sin interrupciones.
Del mismo modo, se pronostica que la aparición de la red 5G triplique el consumo de energía de los operadores de telefonía móvil en los próximos cinco años.
En el caso de 5G, las redes más densas necesarias impondrán demandas mucho más pesadas de electricidad, a menos que se implementen tecnologías más eficientes energéticamente.
Mientras que el despliegue masivo de Internet de las cosas tiene el potencial de aumentar drásticamente el uso de energía, sobre todo por la gestión de la gran cantidad de datos que se producirán.
¿Por qué la contaminación digital debería importarle a las empresas?
La idea no es condenar las herramientas digitales. Debemos tener en claro que estas cifras no significan que debamos prescindir totalmente de Internet y encerrarnos en una cueva para reducir nuestra huella en el planeta.
Al fin de cuentas, la digitalización se ha vuelto indispensable no sólo para nuestra vida cotidiana, sino que también está jugando un papel cada vez más importante en la agricultura y la industria, permitiendo la introducción de sistemas más eficientes que mejorarán nuestra calidad de vida.
Si bien el consumo por parte de los usuarios es un gran contribuyente, la realidad es que el verdadero cambio lo pueden hacer las empresas para reducir significativamente nuestra huella de carbono digital en los próximos años.
Varios gigantes tecnológicos que son señalados como los principales contaminadores ya han comenzado a invertir en energías limpias. Algunos como Facebook y Google ya han logrado su objetivo de convertirse en empresas neutrales en carbono.
Pero aún falta mucho por hacer. Lo ideal es que los líderes empresariales reinventen la forma en que hacen negocios para encontrar nuevas formas de abordar el cambio climático.
Las empresas deben invertir en asociaciones con gobiernos y organizaciones ambientales para lograr cumplir sus objetivos climáticos. También deben inspirar a sus consumidores y empleados para que formen parte de la solución.
La recopilación de datos es una forma en que las corporaciones pueden comenzar a tomar acción para reducir la contaminación digital que generan y actuar en consecuencia. Existen muchas herramientas disponibles para apoyarse.
Por ejemplo, Microsoft lanzó recientemente una calculadora de sostenibilidad para ayudar a las empresas a analizar las emisiones de carbono de su infraestructura de TI, y aplicaciones que permiten automatizar el almacenamiento de correos electrónicos no deseados e innecesarios en su red.
Además, la inversión en energías renovables y centros de datos más ecológicos es una gran oportunidad para ayudar al planeta y a su negocio. Las empresas que se alineen con la transición a un mundo neutro en carbono serán recompensadas generosamente; los que no se adapten, dejarán de existir.
Fuente: DPL News
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