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Recuperar la confianza de las personas en las nuevas tecnologías y lograr la aceptación pública requiere responder dudas justificadas.
El reconocimiento facial, la tecnología 5G, la inteligencia artificial, el rastreo digital… No se puede negar que algunas personas desconfían cada vez más de las innovaciones destinadas a mejorar su vida cotidiana.
Entiendo completamente la ironía en ciertos casos. Estas preocupaciones son legítimas y el debate público es importante, especialmente en áreas como el transporte, la seguridad y la defensa, donde la vida podría estar en juego.
Las tecnologías deben estar diseñadas para satisfacer las necesidades esenciales de la sociedad, e invertir mucho para asegurar que las soluciones logren ese objetivo.
Promover el re-inventar
Es necesario promover lo que llamaríamos “innovación ilustrada”.
La capacidad de explicar qué estamos haciendo y por qué, así como la de asegurarnos de que cumplimos con nuestros compromisos éticos, es la clave para recuperar la confianza de las personas en la tecnología, no como un fin en sí mismo, sino como una fuente de progreso humano.
Pero, ¿cómo van a confiar las personas en cualquier herramienta o tecnología – incluso en una que tenga el potencial de superar desafíos aparentemente insuperables en un mundo cada vez más complejo – si no comprenden cómo funciona?
Una empresa debe desempeñar un papel en la sociedad comprometiéndose con sus partes interesadas (empleados, clientes, proveedores, accionistas, gobiernos, etc.).
Ese papel es especialmente importante hoy en día, en un mundo de noticias falsas y creciente sospecha e, incluso, de resentimiento.
Para confiar en alguien, es necesario conocerlo; lo mismo ocurre con las innovaciones tecnológicas.
El progreso técnico siempre generó preguntas e inquietudes. Recordemos el miedo que rodeaba a los primeros trenes de vapor o las revueltas del siglo XIX de los luditas ingleses y los tejedores de seda de Lyon contra la nueva maquinaria textil.
Actualmente, estas reacciones se ven amplificadas por la naturaleza inmaterial de muchas innovaciones modernas.
Los trabajadores de las fábricas del siglo XIX sabían más o menos intuitivamente cómo funcionaba un telar mecánico, y nuestros antepasados tenían un conocimiento básico de la tecnología detrás de los trenes de vapor o los primeros automóviles.
En general, sus preocupaciones estaban relacionadas con los trastornos que causarían estas nuevas máquinas, el miedo a perder sus trabajos o la ansiosa creencia de que viajar tan rápido y tan lejos interrumpiría la continuidad del espacio-tiempo.
Hoy en día:
- La mayoría de las personas tiene poca noción sobre cómo funcionan sus teléfonos inteligentes.
- Comparten sus datos más personales con las computadoras en una misteriosa nube.
- En cuanto al Internet de las Cosas, a pesar de todo el parloteo, ¿alguien sabe qué es realmente?
Para confiar en alguien, necesitamos conocerlo, saber de dónde viene, qué lo motiva. Y lo mismo ocurre con las innovaciones tecnológicas.
El conocimiento crea confianza. La ignorancia crea miedo y aversión, medias verdades y teorías de la conspiración.
En realidad, solo hay una forma de construir o reconstruir la confianza de las personas en la tecnología: la educación.
Y aunque nuestros sistemas escolares claramente desempeñan un papel importante en la enseñanza de una comprensión básica de las herramientas y tecnologías, que se han convertido en parte de nuestra vida diaria, las empresas de tecnología también tienen un papel crucial que desempeñar.
Una tecnología en sí misma no es buena ni mala para la humanidad, todo depende de cómo la use la gente.
Para que se les considere confiables, las empresas de tecnología deben actuar de manera responsable y abierta. Necesitan educar a sus clientes y explicarles sus innovaciones.
Porque una tecnología en sí misma no es buena ni mala para la humanidad, todo depende de cómo la use la gente.
Como usuarios de una tecnología, los ciudadanos necesitamos una visión ilustrada de sus méritos y limitaciones para poder tener una opinión informada.
Puede resultar difícil convencer al público en general de los beneficios de una nueva tecnología. El descubrimiento de la radioactividad, por ejemplo, trajo beneficios incalculables a la práctica de la medicina y abrió la puerta a las armas de destrucción masiva.
¿Debemos culpar a Marie Curie por estas devastadoras consecuencias? ¿O la responsabilidad recae en los usuarios?
Los problemas actuales son el ciberdelito, el rastreo y el “auge de las máquinas”. Solo podemos superar estos miedos explicando las cosas de manera simple y transparente.
Este es el razonamiento para la inteligencia artificial, por ejemplo.
- Creemos que solo se puede esperar que las personas confíen en la inteligencia artificial si es transparente (se puede ver que cumple con las especificaciones y sigue reglas claras);
- Comprensible (puede explicar por qué se toma e implementa una decisión, en un lenguaje comprensible para los humanos);
- Y ética (cumple con los marcos legales y morales).
La idea no es tanto promover nuestras propias soluciones sino, más bien, ofrecer un grado de ilustración sobre temas de importancia, tanto tecnológica como social.
Consideramos que es nuestra responsabilidad explicar las cosas, no solo al público en general, sino también en nuestras interacciones diarias con nuestros clientes.
Porque creemos firmemente que la inteligencia humana es parte integral de la respuesta a los grandes desafíos de nuestro tiempo, y que ningún problema o cuestión es demasiado difícil de resolver mediante el progreso científico y técnico.
Fuente: The Standard CIO
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